miércoles, 22 de febrero de 2012

Lo fugitivo

Por qué nos inquiera tanto el discurrir del tiempo, ¿qué es lo fugitivo?, ¿lo que se va, lo que huye? Todo huye en la vida, todo se nos va, ¿a qué, de entre todas las cosas que se nos van, llamamos lo fugitivo?, ¿por qué entremecen nuestro espíritu los versos de Quevedo: "¡Ah, Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura/huyó lo que era firme, y solamente/lo fugitivo permanece y dura"?
Solamente lo fugitivo permanece y dura. Como si la poesía nos diera algunas de las claves de la vida, repetimos esta frase, se nos clava en la conciencia, y quisiéramos conocer su último significado. La realidad, la actualidad, nos cercan y nos empujan, nos obligan a conocerlas, a considerarlas. El presente, con sus acuciantes demandas, sus continuas proposiciones, sus no menos continuas omisiones y evasiones, sus ofensas, sus honores, nos puede hacer caer en un equivoco: que solo importa eso, la realidad inmediata, y aunque la realidad es por naturaleza fugitiva, prescindimos de esta clase de adjetivos y utilizamos calificaciones más imperiosas. Hacemos las cosas sin demasiada conciencia de lo que durarán, hacemos lo que creemos que tenemos que hacer, o lo que queremos, o lo que nos piden, o todo lo contrario; vivimos, en fin, como podemos. ¿Pero acaso no sentimos a veces el deseo de explicar a alguien, a quien quiera que nos escuche, a nosotros mismos, de qué extraña naturaleza es esa carga la aún más extraña variación de sentimientos que experimentamos mientras nos movemos de un lado para otro con ella a las espaldas? Si no entenderlo, decirlo al menos, decirlo en voz alta, proclamar el extraño suceso, la sucesión de emociones y pensamientos, el mudable lugar donde ocurren las cosas.




Lo fugitivo. Soledad Puértolas

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