La historia de ORJANA
El ambiente familiar en el que se crió Orjana era
frío y bastante estricto. Sus padres no solían dar muestras de afecto a
su hija y Orjana creció refugiándose en sus muchos amigos, para suplir
la falta de cariño de sus padres. Y esa niña se hizo adulta sin ser
consciente de la metamorfosis que había tenido lugar en su interior. La
carencia de afecto por parte de su familia se había transformado en un
odio muy sutil, un resentimiento casi indetectable. El rencor había
tejido su tela de araña y Orjana había interiorizado pensamientos
negativos como: "La mejor defensa es un
buen ataque. Antes de sentir dolor, odia. No perdones, porque hacerlo
sería reconocer tu parte de responsabilidad en esta guerra”.
Inconscientemente sentía tanto terror de que le hicieran daño que no se
permitía reposar en los brazos de ningún hombre, que, como hizo su
padre, acabaría por ignorarla y finalmente por abandonarla. Cada
vez que un hombre quería abrazarla, su cuerpo se bloqueaba y su mente
deseaba salir huyendo de allí. Se dio cuenta de que algo fallaba en su
sistema emocional. Comenzó
terapia, ´contó que sus padres no habían sabido darle amor, y a la vez,
como eran tan autoritarios, no la habían dejado crecer libremente,
así que había tomado la determinación de que no necesitaba a sus padres
y decidió que a partir de entonces viviría sin depender de nadie. En
una de las sesiones, el terapeuta hizo que se sentara ante un cojín, le
entregó una vara de madera y le indicó que golpease con todas sus
fuerzas. Que descargase la ira y el odio que había acumulado hacia sus
padres a lo largo de tantos años. Empezó a golpear tímidamente, casi
avergonzada de estar haciendo aquello, pero poco a poco, empezó a sentir
dolor, mucho dolor, y cuando golpeaba, pedía explicaciones: "¿Por qué? ¿Por qué?.. La ira dejó lugar al llanto y de su boca solo salía esta frase: "Yo sólo quería que me quieran"... Este
descubrimiento marcó la trayectoria emocional de Orjana. Descubrir que
dentro de ella había una niñita dolida y perdida, que necesitaba que la
cuidasen y la protegiesen, la dejó realmente perpleja. ¿Dónde
había escondido ese sentimiento durante tantos años? ¿Cómo era posible
que nunca se hubiese dado cuenta de su existencia? ¿Cómo había logrado
su inconsciente transformar la vulnerabilidad en tanta dureza? Con
el tiempo, Orjana aprendió a cuidar a su niñita. Dejó de huir y aunque
le era bastante difícil, empezó a visitar a sus padres con más
frecuencia. Sabía que muy dentro de ella había un ser muy especial, un
ser muy delicado que necesitaba del cariño y de la aprobación de esas
personas. No fue fácil, pero empezó a
entender que sus padres la querían y la necesitaban, pero que, como le
había ocurrido a ella, nadie les había sabido dar muestras de cariño.
Ellos tampoco habían recibido de sus padres un afecto verdadero durante
su infancia. Ahora veía a esas personas con mucha más tolerancia y
profundidad. Y esto la llevó a perdonarles desde lo más hondo de su
corazón, porque ella sabía que habían intentado hacer su papel de padres lo mejor que habían podido con las escasas herramientas de las que disponían. Orjana
aprendió a perdonar a todas esas personas a las que creía responsables
de cometer alguna injusticia contra ella. Comprendió, perdonó y eso
condujo a su sanación. El rencor desapareció y con él, la falsa
independencia, la aparente seguridad en sí misma y también el grueso
blindaje donde Orjana se había parapetado durante tanto tiempo.
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