lunes, 28 de enero de 2013

La historia de ORJANA

El ambiente familiar en el que se crió Orjana era frío y bastante estricto. Sus padres no solían dar muestras de afecto a su hija y Orjana creció refugiándose en sus muchos amigos, para suplir la falta de cariño de sus padres. Y esa niña se hizo adulta sin ser consciente de la metamorfosis que había tenido lugar en su interior. La carencia de afecto por parte de su familia se había transformado en un odio muy sutil, un resentimiento casi indetectable. El rencor había tejido su tela de araña y Orjana había interiorizado pensamientos negativos como: "La mejor defensa es un buen ataque. Antes de sentir dolor, odia. No perdones, porque hacerlo sería reconocer tu parte de responsabilidad en esta guerra”. Inconscientemente sentía tanto  terror de que le hicieran daño que no se permitía reposar en los brazos de ningún hombre, que, como hizo su padre, acabaría por ignorarla y finalmente por abandonarla. Cada vez que un hombre quería abrazarla, su cuerpo se bloqueaba y su mente deseaba salir huyendo de allí. Se dio cuenta de que algo fallaba en su sistema emocional. Comenzó terapia, ´contó que sus padres no habían sabido darle amor, y a la vez, como eran tan autoritarios, no la habían dejado crecer libremente, así que había tomado la determinación de que no necesitaba a sus padres y decidió que a partir de entonces viviría sin depender de nadie.   En una de las sesiones, el terapeuta hizo que se sentara ante un cojín, le entregó una vara de madera y le indicó que golpease con todas sus fuerzas. Que descargase la ira y el odio que había acumulado hacia sus padres a lo largo de tantos años. Empezó a golpear tímidamente, casi avergonzada de estar haciendo aquello, pero poco a poco, empezó a sentir dolor, mucho dolor, y cuando golpeaba, pedía explicaciones: "¿Por qué? ¿Por qué?.. La ira dejó lugar al llanto y de su boca solo salía esta frase: "Yo sólo quería que me quieran"... Este descubrimiento marcó la trayectoria emocional de Orjana. Descubrir que dentro de ella había una niñita dolida y perdida, que necesitaba que la cuidasen y la protegiesen, la dejó realmente perpleja. ¿Dónde había escondido ese sentimiento durante tantos años? ¿Cómo era posible que nunca se hubiese dado cuenta de su existencia? ¿Cómo había logrado su inconsciente transformar la vulnerabilidad en tanta dureza? Con el tiempo, Orjana aprendió a cuidar a su niñita. Dejó de huir y aunque le era bastante difícil, empezó a visitar a sus padres con más frecuencia. Sabía que muy dentro de ella había un ser muy especial, un ser muy delicado que necesitaba del cariño y de la aprobación de esas personas. No fue fácil, pero empezó a entender que sus padres la querían y la necesitaban, pero que, como le había ocurrido a ella, nadie les había sabido dar muestras de cariño. Ellos tampoco habían recibido de sus padres un afecto verdadero durante su infancia. Ahora veía a esas personas con mucha más tolerancia y profundidad. Y esto la llevó a perdonarles desde lo más hondo de su corazón, porque ella sabía que habían intentado hacer su papel de padres lo mejor que habían podido con las escasas herramientas de las que disponían. Orjana aprendió a perdonar a todas esas personas a las que creía responsables de cometer alguna injusticia contra ella. Comprendió, perdonó y eso condujo a su sanación. El rencor desapareció y con él, la falsa independencia, la aparente seguridad en sí misma y también el grueso blindaje donde Orjana se había parapetado durante tanto tiempo.

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